Por: Jose Escobar Romero – jescobarr@ucentral.edu.co
Continuando con la reflexión planteada en el artículo “Comunicar para formar e informar”, seguimos ampliando estas perspectivas y analizando la relación estrecha que existe entre el ejercicio de las profesiones inscritas en las ciencias de la comunicación, con el sentido pedagógico y formativo que debe tener el quehacer de los profesionales en estos campos del conocimiento.
En el marco de este panorama, es importante reconocer que educar desde los medios también significa formar al público y no sólo a quienes generan los contenidos, por lo que la alfabetización mediática, entendida como la posibilidad de enseñar a la audiencia a entender cómo se construyen las noticias, a reconocer sesgos, a distinguir fuentes y consumir críticamente se hace cada vez más necesario.

Unos primeros pasos en esta curva de aprendizaje se dan en los primeros niveles de escolaridad, durante los cuales se gestan iniciativas desde instituciones de formación o desde ONGs que realizan talleres en los colegios o en las comunidades alejadas, y aunque son acciones que no siempre captan enormes titulares, tienen efectos concretos al generar inquietud en los ciudadanos para que cuestionen rumores, comparen versiones, y sobre todo, para que no creen todo lo que ven en redes sociales.
Este tipo de iniciativas se enfrentan a retos que incluyen falta de presupuesto, dispersión geográfica, desigualdad tecnológica, desconfianza en las autoridades y en medios, ante lo que estrategias enfocadas a propiciar la colaboración entre medios, gobiernos y organizaciones civiles para llevar contenidos y talleres educativos digitales, pensados, por ejemplo, para las radios comunitarias, y en general para la producción local, ayudan a mejorar la percepción y recepción informada de las audiencias.
Indudablemente, en la actualidad, los jóvenes consumen medios digitales, redes sociales, contenido audiovisual, lo que plantea desafíos formativos nuevos, y es por esto que si los medios de comunicación se centran en replicar únicamente formatos tradicionales, corren el riesgo de quedarse obsoletos y de no educar realmente. En Colombia, reportajes multimedia con narrativas interactivas, cápsulas digitales, o podcasts educativos han ganado espacio, y han demostrado que los jóvenes no solo quieren entretenerse sino también entender, participar, escuchar historias reales, diversas y críticas.
En este espectro, radios universitarias, series web producidas por estudiantes, plataformas digitales con participación joven o medios de comunicación integrados por recien egresados son ejemplos de innovación, y es por esto que cada vez con mayor frecuencia encontramos desarrollos universitarios que invitan a estudiantes y recién egresados para a producir contenido, contar las historias de sus comunidades, hacer entrevistas, realizar documentales cortos, entre otras acciones de corte profesionalizante, que tiene una doble función al servir como aula práctica y al mismo tiempo ofrecer contenido formativo al público.
Los medios como puentes interculturales y sociales
Colombia es diversa culturalmente, étnicamente y lingüísticamente, lo que la convierte en un escenario muy atractivo para encontrar historias, pero también para que los medios asuman la responsabilidad de reflejar esa diversidad convirtiéndose en puentes entre comunidades para visibilizar voces e identidades poco reconocidas, cumpliendo así con esa función formativa que ayuda a construir una ciudadanía pluralista, tolerante, solidaria, que pone en la agenda y en el diálogo a comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinas, migrantes, etc.
Estas motivaciones hacen que hoy en día los medios opten por establecer líneas editoriales cada vez más inclusivas, y para esto, generan capacitaciones en enfoque étnico, acciones de traducción, producción de materiales multilingüe, inclusión de corresponsales locales en sus nóminas, motivando así a que los programas de formación en programas como periodismo, comunicación o publicidad, contemplen incluir en sus currículos espacios formativos relacionados con el reconocimiento de la diversidad, los estudios de culturas locales o el análisis de la aplicación de los derechos humanos.
En tiempos donde las noticias falsas proliferan, donde la desconfianza hacia los medios crece, la credibilidad es el capital más valioso de un medio, y esa credibilidad se cimenta en la ética y la formación correcta de quienes escriben, investigan, editan, dirigen, teniendo como precedente siempre la honestidad en los hechos, la transparencia de las fuentes, la corrección de los errores y el reconocimiento de sesgos, para lo que se requiere formación permanente.
Las redacciones entonces deben incorporar comités éticos, mentorías, talleres sobre integridad periodística, cursos sobre verificación, bases de datos confiables, pero también, las universidades deben enseñar casos reales de errores mediáticos, analizar fraudes informativos o malas prácticas, de manera tal que que los futuros comunicadores aprendan no sólo qué hacer, sino también qué evitar.
A lo anterior se suma que la era digital exige que los programas de profesionalización formen en capacidades técnicas tales como: edición audiovisual, redes sociales, análisis de métricas, SEO, storytelling digital, producción transmedia, manejo de plataformas de streaming, por citar algunas, pues sin esas competencias, un medio de comunicación no puede desplegar plenamente su rol formador, porque el público —y especialmente los más jóvenes— habita en esas plataformas.
Periodismo educativo: producción de contenido con propósito
Más allá de las noticias, los medios pueden producir contenidos explícitamente educativos por medio de series documentales, espacios de divulgación científica, educación ambiental, derechos humanos, salud pública, historia local. En Colombia hay ejemplos tales como los documentales apoyados en producción o difusión por la televisión pública, los medios universitarios que están produciendo series sobre memoria, antropología o estudios regionales, o iniciativas de podcasting que dialogan sobre hechos de interés local que no están siendo puestos en la agenda de los medios masivos, todo esto con un valor agregado: no solo informa sino transforma, promueve reflexión, incentiva participación ciudadana.
Producir con propósito implica entonces hacer investigación previa, conocer las audiencias, hacer pruebas piloto, evaluar el impacto y usar narrativas atractivas sin sacrificar rigor, y para esto se hace necesaria la colaboración con expertos (científicos, pedagogos, historiadores), el planteamiento de entrevistas profundas, el contraste de fuentes múltiples, y muchas otras herramientas que son precisamente las que otorga la formación profesional en programas relacionados con las ciencias de la comunicación.
Cuando los medios operan con formación profesional y conciencia pedagógica se producen efectos concretos que se reflejan en una mayor participación ciudadana que integra audiencias cada vez más críticas y reduce la propagación de desinformación, mejorando así la comprensión de temas complejos (ciencia, política, salud) y mayor cohesión social frente a temas tales como la promoción de los derechos humanos, las mejoras en la salud pública, o la elegibilidad consciente para ocupar cargos públicos.
Por ejemplo, durante la pandemia, los medios que informaron con rigor en salud y explicaron protocolos, efectos de la enfermedad, vacunas o cuarentenas, contribuyeron a una respuesta ciudadana más informada. O cuando los medios regionales apoyan campañas educativas sobre agua potable, medio ambiente o violencia intrafamiliar, el efecto no se reduce a la noticia, sino al cambio de prácticas, conductas y expectativas en las comunidades.
En momentos de crisis —políticas, sanitarias, ambientales— los medios tienen una mayor responsabilidad, no sólo en relatar lo que pasa, sino que deben explicar por qué, cómo impacta a la gente, qué pueden hacer ciudadanos o instituciones, y todas estas tareas requieren formación, ética y capacidad de comunicación estratégica, para que así los medios informen con transparencia, reconociendo sus fallos, explicando decisiones y hechos, con lo que generan confianza para la resiliencia social.
El papel formador de los medios no es accesorio sino que es esencial para fortalecer la democracia, valorar la diversidad y salvaguardar los derechos humanos generando una ciudadanía activa, crítica y participativa. Pero no se puede improvisar y por eso se requiere formación profesional sólida, ética, pedagógica y técnica.
Quienes trabajamos en medios debemos asumir que cada contenido que producimos, cada reportaje, cada emisora o pantalla es una escuela invisible y por esta razón debemos apostar porque los centros de formación profesional tengan maestros bien formados, herramientas adecuadas y visión social, pues esto representa invertir en un país más justo, consciente y capaz de pensar por sí mismo.
Recuerden que pueden ampliar todo nuestro contenido en nuestras redes sociales Instagram, TikTok y Youtube, además de leer todos nuestros artículos en la página de Concéntrika Medios.