Colombia es uno de los pocos países en América Latina que no cuenta con una tercera división de fútbol profesional. Su ausencia afecta, sobre todo, a jóvenes talentos.
Por Manuel Forero
El pilar fundamental para fomentar el desarrollo deportivo (y de otros ámbitos) de un país es la organización. A partir de esta, los procesos que puedan surgir terminarán inevitablemente en casos de éxito, así reduce la probabilidad de la casualidad.
Esta no es la situación de Colombia, un país en donde la sensación alrededor de sus proyectos deportivos es que fueron y se continúan creando a partir de la improvisación. Dicho pensamiento no se aleja en absoluto de la realidad.
Sin desconocer lo que la Selección Colombia de fútbol logró en los últimos años (como la clasificación a dos Mundiales consecutivos y dos terceros puestos en copas internacionales), es verdad que estos episodios de acierto llegaron de forma circunstancial, lo que a su vez incrementó los problemas de competitividad y organización presentes en el interior.
Lo que la casualidad le otorgó en términos de reconocimiento deportivo a Colombia no se lo brindó en sus fracasos; estos llegaron lógica y coherentemente. Desde 2018, por ejemplo, ningún equipo colombiano superó la fase de grupos de la Conmebol Libertadores, panoramas que resultan opuestos para otros países de la región como Ecuador y Paraguay.
Gran parte del éxito internacional de los clubes de la región obedece al cambio de formato en sus ligas, los cuales favorecen el crecimiento de jóvenes prospectos, consolidación de proyectos de formación y aumento de la competitividad. Colombia, en cambio, conserva el mismo formato que propicia, entre otras cosas, el desbalance entre partidos y equipos.
El periodista y escritor Daniel Bello explica para El Espectador que junto a Bolivia, Colombia es una de las dos federaciones afiliadas a Conmebol que no cuenta con una tercera categoría profesional.
Países como Argentina y Brasil, en cambio, poseen más de 4 divisiones en sus sistemas de ligas sin contar con las categorías regionales o aficionadas, sumando así más de 100 equipos profesionales. Colombia tan solo tiene 35.
A mayor cantidad de divisiones, mayor será el número de equipos participantes y, por ende, el de jugadores. Contar con más escuadras profesionales no implicaría el ascenso inmediato del nivel del fútbol colombiano, pero sí aumentaría la probabilidad de que esto ocurra, todo esto sin mencionar el surgimiento de nuevos talentos.
De acuerdo con un estudio de Fútbol Naranja, organización precursora del proyecto que busca crear no solo tercera sino también cuarta y quinta división en Colombia, en el país existen aproximadamente 5.000 clubes de fútbol aficionado conformados por 1 millón de niños y jóvenes que pretenden proyectarse al profesionalismo en busca de oportunidades.
En contraste a lo anterior, este análisis indica que cada club profesional en Colombia inscribe 25 jugadores por temporada, de los cuales gran parte son experimentados o extranjeros. Así entonces, la presencia de nuevos talentos en nóminas profesionales se restringe a un 12% (3 jugadores en promedio por equipo).
¿Pero existió tercera división en Colombia? Sí. Entre 1991 y 2001 la tercera categoría de nuestro fútbol fue real aunque no profesional. Según el sistema de ascensos y descensos durante ese período de tiempo, el equipo que descendía de la B a la C perdía su estatus de profesional pero contaba con la posibilidad de nuevamente ascender.
El torneo, con nombre Copa Cerveza Águila, lo organizó la División Aficionada del Fútbol Colombiano (Difutbol) y la Dimayor. Según los archivos de 1995 escritos por El Tiempo, el campeonato contó con 66 equipos divididos en 4 zonas. De allí surgieron clubes como La Equidad y Deportivo Pasto.
Tal y como lo reseña El Cinco Cero para Pulzo, Real Cartagena descendió a tercera división en 1996 pero jamás la disputó. Su permanencia en segunda se consolidó luego del rechazo que causó que un equipo profesional tuviera que competir en un torneo aficionado.
Aún cuando en la C estaba incluida en el sistema de ascensos y descensos entre divisiones, la categoría se desestimó a principios de siglo por presiones de clubes tradicionales a la Dimayor. La C continuó sin estar afiliada a la Dimayor hasta 2010 para después desaparecer.
Sin descensos a categorías inferiores a segunda división, emergió un escenario de conformismo y mediocridad que perdura hasta hoy, donde los clubes de la B no temen a descender y aseguran su permanencia siempre y cuando paguen sus deudas sin importar que su temporada sea pésima. En síntesis, no tienen nada que perder.
El ascenso y descenso aumenta el espíritu competitivo, pero pone en aprietos a los inversionistas y altos mandos de los clubes cuando estos tienen malas campañas, por lo que el tema aquí no es solo deportivo.
La llegada de la tercera división a Colombia volvió a divisarse tras distintas iniciativas que pondrían en marcha el proyecto. Daniel Chalela expone en Futbolred que una de ellas es la inclusión del campeón del Interclubes Primera C (torneo que organiza la Difutbol) a la B. Esta opción se estudió durante los últimos dos años y aún espera ratificación.
No importa cuántas propuestas haya, la única forma para institucionalizar la C en Colombia es que exista un consenso entre clubes y organizadores. De ellos depende su creación o su ausencia, una decisión que no deja de dilatarse.
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