Por Manuel Forero
Mi punto acerca de la Superliga Europea, el nuevo torneo con participación exclusiva que proponen los clubes más acaudalados del mundo, se explica con la frase que apareció en una de las tribunas del estadio del Leeds United y con la que saltaron a la cancha los jugadores antes de su partido contra el Liverpool, uno de los clubes fundadores de la Superliga:
“Gánatelo en la cancha. El fútbol es para los aficionados”.
El fútbol es el deporte más popular del mundo, aquel que todos entienden y que todos están al alcance de jugar. Este es un deporte que se debe única y exclusivamente a sus aficionados, aquellos que domingo a domingo acuden al estadio, encienden el televisor o la radio para acompañar al equipo de sus amores.
Este deporte es por, y para, aquellos que sueñan con que su equipo dispute las competencias más importantes del mundo y, por supuesto, salga campeón. Es por y para aquellos que creen posible lo imposible, aquellos que demuestran siempre su pasión sin importar las circunstancias.
Les ofrezco disculpas si me pongo trascendental, pero al final el fútbol termina siendo eso, una manifestación pura de emociones. La Superliga, entonces, termina siendo una seria falta a estos principios, aquellos que, si bien no están consignados en un reglamento, se encuentran implícitos dada la riqueza histórica de este deporte.
Esta nueva competición, tildada de “cínica” por la UEFA en sus plataformas y presidida por el máximo dirigente del Real Madrid, le apuesta exclusivamente a un solo fin, el dinero.
Pretende masificar los grandes encuentros, hacerlos mucho más rentables dada su frecuencia, aspira a incrementar el nivel competitivo pero distribuir sus ganancias para unos pocos.
En pocas palabras, repartirse la gloria entre aquellos que estén dentro del juego (y que posean el dinero).
Según la información trascendida por Marca Claro, los organizadores alegan que su propuesta –además de engrandecer el espectáculo- obedece a la necesidad de mejorar los estados financieros de los grandes clubes tras su afectación por el COVID-19, ¿Y los clubes de menor valía? ¿Que sucumban dejando a la deriva la pasión de los aficionados?
Pues bueno, si no es así, por lo menos es la impresión que dejan los precursores de este proyecto.
Por estas y otras razones me opongo rotundamente a la creación de la Superliga Europea. Sin embargo, no podemos ser tontos y pretender tapar el sol con un dedo. Por más egoísta que parezca, los grandes clubes también son grandes empresas y en este tipo de situaciones actúan como tal.
Entienden el juego como nadie y saben que cada que rueda el balón hay millones y millones en disputa. Lo entienden tanto que saben que los colores y la tradición ya no importan, porque lo que trae réditos es la audiencia, la televisión, los anuncios y los contratos.
Como grandes empresas, fijan un público objetivo para ofrecer su producto (porque sí, el fútbol pasó a ser un producto), aquel que termina siendo la población joven –como yo– que busca, excitada, más enfrentamientos como el del Real Madrid y Chelsea de la semana anterior o más espectaculares estadios como el del Tottenham o Arsenal.
Mientras unos pocos se reparten grandes rebanadas con la creación de nuevas competiciones, los entes reguladores (UEFA y FIFA) lanzan amenazas a diestra y siniestra a los equipos involucrados que parecen ser ignoradas, porque claro, les aterra perder el poder y, rogando internamente llegar a un acuerdo, temen por sus grandes torneos.
Como respuesta a la amenaza latente de crear un nuevo torneo que ponga en peligro la joya de la corona de la UEFA, Aleksander Ceferin, mandamás del máximo ente del fútbol en Europa, anunció a través de un comunicado oficial el nuevo formato de Champions League que se asemeja más a una liga que a una copa y que modifica los criterios de participación de los equipos.
Asuntos políticos de un lado y del otro.
Así entonces, el fútbol terminó siendo un gran monopolio que es capaz de saltar cualquier protocolo, impulsado por un combustible más efectivo que la pasión: el dinero. El fútbol que conocemos cambiará para siempre, ¿o ya lo había hecho antes?
Conoce más contenido del autor ingresando aquí: