Por: Paula Daniela Herrera Sanchez
El 10 de enero del 2022, en Guaduas Cundinamarca, Laura Villa empezaría a vivir la mayor tragedia de su vida, como es habitual se levantó a las 6:00 de la mañana, para hacer los oficios diarios y alistar a sus tres hijos; sin embargo, la actitud de uno de ellos, el más pequeño, Esteban Villa de 1 año de edad, era inusual, se veía decaído y afligido.
Actitud poco común, Esteban Villa solía ser un niño muy extrovertido, nada parecido al de aquella mañana, con afán y preocupación, mandó a sus otros dos hijos al colegio, y se ocupó por completo de Esteban, al tocarlo percibió que tenía temperatura alta, estaba decaído, molesto y respirando con dificultad.
Sin pensarlo, tomó sus objetos personales y los de él, salió de casa con Esteban en brazos y con rapidez tomó un taxi con destino al hospital San José, en camino, la preocupación invadía su mente, su hijo se veía muy mal y lloraba sin parar, no lograba calmarlo, cada segundo en el taxi la situación empeoraba y el desespero se hacía presente.
Al llegar al hospital solo pensaba en que fuera atendido lo más pronto posible, corrió rápidamente hacia la entrada, segundos después, mientras hacía el ingreso, rogaba que su hijo no tuviera nada grave, cuando entró al cubículo empezaron a examinarlo y a pesar que lo veía tan delicado y le dolía profundamente, no podía hacer nada más que esperar.
El doctor le diagnosticó una gripe, lo dejó unas horas en observación y lo envió para la casa con medicamentos, en este momento empezaría la pesadilla, salió del cubículo con su hijo más preocupada que nunca, no lo veía bien, tomó un taxi de camino a casa y solo pedía a Dios que su pequeño se mejorará.
Cuando llegaron a la casa lo acostó y le dio los medicamentos recetados por el doctor, lo dejó descansar y se ocupó de sus otros hijos, al llegar la hora del almuerzo se dirigió a darle nuevamente la medicina a Esteban, lo pudo sentir un poco mejor y pensó que su hijo ya iba a estar bien, pero no fue así, ocurriría lo peor.
Al caer la noche y luego de tres horas velando el sueño de Esteban, él se veía un poco incomodo y con dolor, la fiebre había vuelto y era tan alta que empezó a convulsionar, su madre entró en una preocupación absoluta, no sabía qué hacer y empezó a gritar, al instante llegó una vecina enfermera que escucho el caos, tomó a su hijo y lo ayudó.
La enfermera pedía que se calmara por el bien de su hijo, entonces empezó a respirar profundamente y pensar en lo que debía hacer, luego de unos minutos su pequeño se había estabilizado, la mejor opción era llevarlo al hospital, dejó a sus otros hijos con su madre que llegaba en ese instante, alzó a su hijo y se fue de inmediato.
De camino al hospital pensaba en lo mal que estaba su hijo y solo quería que estuviera bien, pero estaba ardiendo en fiebre, temblaba, no podía respirar bien y no dejaba de llorar, al llegar al hospital lo atendieron rápidamente, pero no la dejaron pasar, luego de 2 horas sin noticias la incertidumbre se apoderaba de ella, hasta el punto de sentirse muy mal de salud.
De repente, se abrió la puerta de emergencias, era el doctor que la había atendido la primera vez y le dijo que era una gripe, le decía está vez que su hijo se encontraba muy delicado, tenía una neumonía grave y uno de los pulmones tenía líquido, hecho por el que debía ser trasladado de inmediato a Bogotá. Allí el mundo se le vino encima, pero ella recordaba que debía ser fuerte.
En instantes estaba en la ambulancia de camino a Bogotá, tomaba de la mano a su hijo y solo podía llorar de verlo tan grave y conectado a tantos aparatos, pensaba en que no había recibido la atención en el momento requerido y por eso se encontraba tan mal, rogaba que al llegar a Bogotá sí recibiera la atención que necesitará y empezará a mejorar.
Al llegar a la clínica Shaio todos corrían con su hijo, cada minuto era decisivo; luego de una hora un médico le dio un informe sobre Esteban: se encontraba muy mal y había una bacteria en su organismo que empeoraba la situación cada vez más, solo quedaba esperar, lloraba descontrolada y se preguntaba por qué a su hijo le tenía que ocurrir todo esto.
Pasó toda la noche en un pasillo de la clínica, angustiada y deprimida, esperando con toda la fe que al otro día la situación mejorara, pero no fue así, cada día era más crítico, podía verlo solo 5 minutos al día en UCI, sentía que la vida se le iba al verlo tan mal, conectado a miles de cables, entubado e irreconocible.
Luego de 2 semanas frustrantes y preocupantes en UCI, le dieron la noticia de que había ocurrido una mejora, Esteban estaba consciente, pero la bacteria seguía en su organismo, de inmediato fue a visitarlo con la mayor alegría del mundo, le daba gracias a Dios por este gran paso, llegó a la clínica y compartió con él, pero ese día más que nunca no quería dejarlo.
Salió de la habitación esperanzada, pero algo en ella le decía que no era así, se fue para la casa donde se estaba quedando, no paraba de pensar en su hijo, solo quería estar con él, no podía comer, ni conciliar el sueño, pasó toda la noche en vela, a las 3 de la madrugada entró una llamada a su celular, era de la clínica, inmediatamente un escalofrío pasó por su cuerpo.
Requerían de su presencia inmediata, su pequeño no estaba bien, se vistió y salió en busca de un taxi, era una madrugada lluviosa y estaba empapada, pero no le importaba, solo quería llegar rápidamente. Ese trayecto fue el más largo y el peor de su vida, pensaba en todos los momentos vividos con su hijo, al llegar a la clínica corrió al piso donde se encontraba su hijo.
El doctor la esperaba y no tenía buenas noticias, la tomó de las manos y le dijo que tenía que ser fuerte, que habían hecho todo lo posible pero la bacteria que estaba en el organismo de Esteban atacó varios órganos que colapsaron y había fallecido el 25 de enero a las 2:30 de la madrugada, su madre quedó en shock, no asimilaba lo que había ocurrido.
No entendía nada, se tiró al piso a llorar, su cuerpo no resistió más y sufrió un desmayo, despertó al otro día desconsolada por su hijo fallecido debido a la tardía atención que se le prestó en el centro médico, en el cual también adquirió la bacteria, tenía que hacer varios papeles para dar un entierro digno a su hijo y aunque no tenía la fuerza, era lo correcto.
De su mente no salía que los culpables tenían que pagar por haber actuado mal y causar tanto dolor a su hijo y a su familia, pero interponer una demanda requería tiempo y dinero, que no tenía, no estaba bien ni económicamente, ni psicológicamente, solo quería salir de la clínica con su hijo y ocuparse de sus otros hijos, que la necesitaban.
Pero la pérdida de Esteban le provocaba un dolor indescriptible, comprendió que ni haciendo justicia se sanaría, pero sí ayudaría a otras personas a no pasar por lo mismo, aunque las razones para interponer la demanda eran muchas, múltiples factores no le permitían ejercer justicia y cómo ocurre en muchos casos la muerte de Esteban Villa quedó impune.