Por: Javier Correa Correa

I

Que no se pueden usar zapatos de tacón alto, que salgan más tempranito para que no los coja el trancón, que si ven algo raro aléjense, que si hay disturbios aléjense más, que si van a ir no lo hagan solos para que alguien pueda ser testigo de lo que les pueda pasar y avise a las familias, que no den papaya para que no los coja la policía, que lleven un pañuelo humedecido con agua y un poquito de vinagre para cuando tiren gases lacrimógenos, que esto se va a poner peor cada vez más… y otras tantas recomendaciones basadas en el miedo, aun en contravía de ese supuesto derecho a protestar, pero en paz, nos advierten y si nada pasa se congratulan y, si algo pasa, dicen que nos habían advertido. Así se ha jugado con el temor ciudadano en los últimos meses, en los últimos años, en los últimos lustros, en las últimas décadas. Y no es para menos.

Al final, el pasado jueves 28 de abril, reinó la tranquilidad, pues las empresas, los almacenes, las universidades permitieron que los empleados, los estudiantes y los docentes salieran más temprano, como no pueden salir los más de veinte jóvenes condenados a décadas de cárcel por haber protestado contra las medidas del régimen. Y eso también da miedo, de que a quienes protestan los agarren, los torturen, los desaparezcan, los asesinen y, en el mejor de los casos, los metan a la cárcel acusados de terrorismo.

II

Más de noventa muertos en la llamada explosión social, esa que vio encender la mecha cuando el ministro de los huevos a precio de huevo presentó al honorable Congreso un proyecto de ley para aumentar los impuestos en una eufemística reforma fiscal disque para favorecer a los menos favorecidos. Y no es un juego de palabras. Aunque, para ser justos, el ministro no es más que otra ficha en el engranaje antidemocrático, el cínico pendejo al que había que echarle la culpa mientras los titiriteros siguen como si nada.

La explosión social. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Constitución política que nos rige, la ley colombiana consagran el derecho a la protesta cuando hay injusticias. Porque no fue simplemente la reforma tributaria, sino también la reforma a las pensiones, la reforma a la salud, la reforma a las reglas de juego de la justicia para apresar a los jóvenes de la primera línea y exculpar a los policías que los matan, la reforma al papel de los medios de comunicación que se declaran afectos al régimen. Más puntos suspensivos.

El jueves 28 de abril se cumplió un año de esa explosión social que el régimen pensó que sería de uno o dos diítas. Como se prolongó la protesta, pañitos de agua tibia, disque retirar el proyecto de reforma para calmar los ánimos, aunque después presentara otro proyecto prácticamente igual al Congreso. Al mismo Congreso de bolsillo.

La protesta social se llenó de más y más razones. La gente no se cansó, en verdad. La gente se llenó de miedo, sí, tras ver las denuncias de violación a los derechos humanos, de la justificación de las mismas. Y de que la Fiscalía también de bolsillo no hiciera nada, que incluso el ministro de Defensa se muriera a causa del Covid y quien lo remplazó retomara literalmente la misma política represiva.

III

Cuando se convocó a nuevas jornadas de protesta para el 28 de abril y el primero de mayo de este año, hubo quienes consideraron que era inoportuno, pues los medios de comunicación se darían un banquete sembrando más miedo y después mostrando el vandalismo protagonizado no por los infiltrados sino supuestamente por los protestantes mismos.

Inoportuno no porque ya el pánico del contagio del Covid había pasado, sino porque estamos a menos de un mes de las elecciones presidenciales. Y sobraron los mensajes emitidos en bodegas mercenarias encargadas de echarle la culpa de todo al candidato más opcionado para ocupar el solio de Bolívar.

Pero, salvo pocos casos aislados, no hubo tales actos vandálicos, las protestas fueron pacíficas y los medios de comunicación tuvieron que aguantarse las ganas.

Epílogo

El orden de estos tres ítems no debe ser así: I, II y III, sino II, III y I. Esto es, el porqué y el fundamento legal de la protesta que es política -toda protesta lo es-, la cercanía de las elecciones y, por último, el miedo.

Pero con ese I, II, III nos los han planteado, al más simpático y coqueto estilo de un noticiero de televisión.

Publicado por Concéntrika Medios

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