Por Juan Pablo Deusa Tarazona

En Colombia al día de hoy 29 de marzo de 2022 hay aproximadamente 97.188 personas privadas de la libertad y cerca del 20,1% de hacinamiento, según datos entregados por el IPEC. Estos indicadores nos dan a entender la grave problemática que afrontan los diferentes establecimientos penitenciarios.Según un informe de la Defensoría del Pueblo, esta problemática se viene presentando exponencialmente desde el año de 1990 al analizar la capacidad o cupos y la cantidad de población encontramos un alto porcentaje de hacinamiento que limita tanto los espacios entre quienes se encuentran allí como la escasez recursos humanos básicos para ellos.

Para entender la narrativa de la cárcel y cómo viven las personas privadas de la libertad entrevisté a Johana (cuyo nombre fue cambiado por razones de seguridad). Su padre estuvo en la cárcel por un lapso de dos años, este hecho la marcó profundamente y aquí nos narra un poco de esa experiencia.

¿Cómo comprendió la situación que vivía su padre?

“Me acuerdo mucho porque eso fue como en un junio del 2007 yo tenía 8 años más o menos, esto era demasiado, uno como que de niño es demasiado dramático me contaron el hecho que mi papá tenía un problema grave y mi papá iba a tener que dejar de salir de la casa mucho y no lo entendía muy bien”.

Entonces era tipo: mi papá no me puede ir a recoger al colegio, mi papá no puede ir al cine con nosotras, papá no puede ir a comprar ni la leche. Mi papá se quitó el bigote mi papá le tiene miedo a que un policía lo vea y es como porque, o sea, como que tú entiendes pero no lo dimensionas”.

Un día cualquiera dentro de la cotidianidad de la familia de Johana llega la noticia de que su padre se marcha sin saber muy bien a dónde. Johana siente que las abandona y no lo volverá a ver jamás.

“Lo que pasa con esto es como que un niño tenga que vivir que su papá está en la cárcel, no es solamente el hecho de que el papá llega a la casa es el hecho de que sientes que es un abandonó de tu papá y que no va a estar más contigo. Cuando mi papá se va yo lloro y lloro y lloro y me acuesto llorando”.

Johana nos cuenta de los peligros de que su padre fuera a la cárcel de Medellín o de Bogotá, “su cabeza valía mucho dinero” según cuenta; así que se entregó en la cárcel de Tunja y con ayuda de sus abuelos, logran conseguir algunas “comodidades”.

Acerca de cómo era la dinámica dentro de la cárcel nos cuenta que desde el primer día el ambiente fue muy hostil, por cualquier movimiento, comentario, incluso con la mirada su vida corría peligro.

“Que tan mala era realmente la cárcel allá le pregunté un día, me dijo: cuando yo estaba nuevo en el lugar en un momento cayó un paquete a la mitad de esa cancha y yo voy a mirar y me di cuenta que todo el mundo se puso muy tenso alguien se me arrimo al oído me dijo: como vuelve a mirar y ya sabe qué le pasa; lo que cayó ahí era droga”.

Una de las grandes secuelas que le dejó fue una gran adicción al tinto producto de la ansiedad que le producía su compañero de celda.

“Mi papá tiene una úlcera porque el último mes le cambiaron el compañero de cuarto y él consumió metanfetaminas y todo esa maricada, ese man nunca dormía y papá nunca pudo dormir en ese mes porque sabía que si se dormía, el man que como estaba tan rayado de la cabeza, quién sabe qué le podía hacer y pues ya tenía que estar siempre atento”

Aunque su padre ya pagó la condena, realizó diferentes cursos de resocialización donde desempeñó labores de enseñanza y aprendió del arte de la panadería, ella siente que algo ha cambiado en él y que el proceso de transición entre el encierro y la libertad fue un proceso complicado.

Debería haber un grupo de psicólogos atendiendo estos casos para que las personas puedan mejorar en la sociedad. Si estás en proceso de transición cuando ya has tenido todo un proceso de resocialización y que has aprendido un montón de cursos y dado un montón de clases y llegas a un ambiente en dónde encuentras que tu familia igual está creciendo sin ti y que no se van a frenar sin ti, es un golpe muy fuerte”.

Hoy en día, Johana siente admiración por su padre a pesar de todo y reconoce que la cárcel es un instrumento cruel y en muchos casos injusto tanto para las familias como para quienes están dentro.

“Él siempre nos dijo que es inocente y yo como periodista lo pongo en duda. Pero yo como hija no lo pongo en duda porque es mi papá a fin de cuentas si fue inocente o fue culpable mi papá ya rindió sus cuentas y ya pagó y a mí no me importa si es inocente o culpable porque al final es mi papá”.

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