Por: Johan Andrés Romero Cepeda

Claudia Patricia Ceballos una ingeniera industrial que en el año 2020 tuvo un gran reto que afrontar al encontrarse sola en Bangladesh en medio de una pandemia lejos de su familia, una experiencia emocional fuerte que la puso a prueba y demostrarse que todo es posible.

¿Cómo empezó su travesía?

En mi trabajo me dieron la oportunidad de ir a trabajar a China para un laboratorio textil,me fui el 5 de noviembre del 2019, para esta época el invierno inicia en Oriente, iba con todo preparado contra el frío y llegué a Shanghai pero mi destino final sería Han Shou.

Mi primer pensamiento es que Shan hou era un pueblo pequeño pero quedé asombrada al notar que era una ciudad super moderna y avanzada, con grandes infraestructuras.Tiempo después empezó realmente el invierno y note que la gente a mi alrededor tenía síntomas con gripa.

Yo lo vi un poco normal porque allá todos escupen en la calle, pero igual, tiempo después se me hizo raro, yo no tenía idea del COVID trataba de cuidarme pero no tenía ninguna información, hasta que un día tuve fiebre y empecé con síntomas. No se si tuve el virus pero puede decir que tuve gripa.

¿Cómo terminó en Bangladesh?

La empresa me informó que podía ir a Bangladesh, en ese país son expertos en la industria textil, sin embargo, es un lugar muy contaminado y con mucha pobreza. Además, son musulmanes y como soy mujer siempre debía salir tapada por respeto, entonces fue un proceso difícil.

Llegue a Bangladesh el 24 de Enero, en este momento no habían restricciones, pude llegar sin problemas, es más, el virus llegó tarde a Dhaka, entonces cuando llegué todo estaba normal, llegué a trabajar y tener mis actividades diarias, a mediados de marzo el virus llegó y las restricciones empezaron.

En ese tiempo estuve con unas compañeras de trabajo, ellas partieron de Dhaka el día 10 de marzo, yo tenía mi vuelo programado para el día 20 de marzo, ¡YUCA! Mi jefe me llamó y me pidió quedarme 15 días más porque la persona que me iba a relevar en mi trabajo no pudo llegar ya que cerraron la frontera.

Acepté entre lágrimas porque ya llevaba 4 meses lejos de mi familia, en ese momento solo llamé a mi mama y le dije, llorando, que debía quedarme unos días más, la calmé y le dije que llegaba en 15 días que no se preocupara.

¿Cómo reaccionaste cuando recibiste la noticia cuando cerraron fronteras totalmente?

El 22 de marzo solo pensé en juepucha me quedé atrapada y comenzó una depresión, me arrepentiría el no poder haber dicho no que me iba, mi trabajo siguió pero hasta abril, luego todo se suspendió, la compañía me seguía pagando viáticos pero no sueldo, solo pensaba en que debí irme a la primera oportunidad.

¿De quien recibió apoyo?

Recibí llamadas de gente diciéndome que las cosas habían pasado por algo, que las cosas de Dios son perfectos y cosas así para darme ánimos, pero al final, me cansé, los días pasaban y era lo mismo, me aislé, me daba rabia con todos y no respondía mensajes a lo último. Estaba en un cuarto pequeño y con un calor infernal.

¿Dónde vivió la pandemia y con quién?

Estuve todo el tiempo en ese cuarto pequeño, sin embargo, compartía apartamento con un compañero, eran aproximadamente 200 metros cuadrados al menos teníamos espacio, luego en Bangladesh todo se cerró y solo podíamos salir a hacer mercado ciertos días y nos turnábamos para hacer la comida.

Emocionalmente ¿cómo te afectó el estar tan lejos y en un lugar desconocido?

Lloraba, solo lloraba, a veces me estresaba mucho y pensaba el por qué no me fui a la primera oportunidad, hasta que un día dije ya no más y decidí tomar las riendas para salir de Dhaka, empecé a comunicarme con colombianos en sudeste asiático

¿Y cómo fue tu salida de ese país?

Logré encontrar vuelos humanitarios, costaba 12 millones de pesos algo que no podía costear, ese rayo de esperanza para lograr salir de ese país se desvanecía, seguí en ese apto, vivíamos en un 4 piso y en el 5 piso también vivía una diseñadora y mi jefe, todos estábamos deprimidos pero al mismo tiempo nos dábamos ánimos.

Mirábamos noticias y veíamos que los casos subian y subian y veía la posibilidad de volver muy lejana, hablaba con mi mamá y le decía que en Dhaka los casos estaban más controlados, algo que no creía ya que el nivel de vida en Dhaka es bajo, el agua está contaminada y por esto las personas mueren muy jóvenes.

Pasaron los meses y el 12 de agosto tuvimos la oportunidad de conseguir un vuelo humanitario, teníamos que tener una prueba covid y, además, teníamos un documento de la embajada, al llegar pasamos el counter y llegamos inmigracion allí tuvimos problemas ya que debiamos hacer dos escalas en la unión europea lo cual es prohibido.

Mostramos nuestra carta y luego pidieron una visa para poder entrar, pagamos $100 por ese documento y logramos irnos a Estambul, un lugar divino, algo distinto, vi a todo en ropa de verano porque ya había pasado mucho tiempo, incluso dije si me quieren dejar acá más tiempo yo me quedo.

Llegamos después a Frankfurt allí tuvimos problemas, pero tenía la carta bendita de la embajada y logre pasar inmigracion, llegue a Bruselas y allí tuve una escala de más de 12 horas para llegar a Colombia, estaba super feliz pero no llegó mi maleta, se perdió con todos los regalos y todo lo que traía y la aerolínea me informa que se quedó en Bruselas.

Apenas llegué tomé una flota y viajé al Huila a visitar a mi familia y terminar el confinamiento con ellos como debió ser desde un principio.

A pesar de la adversidad, la resiliencia siempre queda, a pesar de tener una experiencia amarga, al menos estuvo con gente que la apoyo y la ayudó a buscar una salida y volver a su país Colombia.

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