Por: Gabriel Esteban Benitez Rozo   @photography__standard

Para Colombia, el último año (2021) fue un año disruptivo respecto a la cotidianidad planteada hasta el momento. Vivimos un confinamiento estricto y una nueva realidad que se encargó de prohibir el contacto físico y directo con el otro.

Aun así, hubo un hecho sin precedentes que obligó al mundo a mirar detenidamente la situación colombiana: las diferentes manifestaciones masivas en todo el territorio nacional, que surgieron en medio de una pandemia y se mantuvieron con fuerza durante cinco meses.

Ante las miradas posibles, dadas por los modos de existencia de los habitantes queda una pregunta sin responder: ¿Qué nos espera tras esta disrupción histórica? La respuesta la tendríamos hasta que ocurrieran las elecciones, elecciones que vivimos el día trece de marzo del año 2021.

La mayoría de los habitantes del territorio colombiano pedían en arengas, pancartas y choques directos con la fuerza pública un cambio. Pero para que este pudiera ser legítimo no bastaba con pedirlo en la calle, debimos pedirlo desde las urnas, desde adentro de la burocracia y, entendiendo cómo funciona.

El día domingo trece de marzo del año en curso, varios jóvenes fuimos seleccionados para ser jurados de votación en las elecciones para el congreso, la cámara de representantes y, aún más relevante, la consulta. Consulta que daría a los tres candidatos presidenciales de las coaliciones Centro esperanza, Pacto histórico y Equipo por Colombia.

La mañana del domingo recibió a los jurados con un clima cálido y un cielo despejado, que en realidad se fue opacando con el transcurrir de las elecciones. Estábamos citados en los puntos de votación a las siete de la mañana. De no haber llegado, como fue el caso de varios jurados, correríamos con sanciones monetarias de diez SMMV.

Conforme el clima variaba, la funcionalidad de las elecciones también. La registraduría tuvo fallos severos, por ejemplo, la no aparición de la cédula de ciudadanía en los puntos donde las habían inscrito y la pérdida del documento de identidad.

Las mesas de votación estaban integradas por seis jurados. Cada uno tenía un rol específico, determinado por elección propia, consistía en el diligenciamiento de los formatos entregados por la registraduría.

En el formato E10 donde se resaltaba el número de documento de la persona que ejercía su voto; en el E11 se pedía al votante poner sus datos: nombre completo, firma y huella. Luego se hacía entrega de los tarjetones de votación del congreso, la cámara y, por último, el votante pedía el tarjetón de la consulta si así lo quería.

Como jurado de votación de la mesa 18 en Pio XII, localidad de Kennedy, debo reconocer que hubo irregularidades que no fueron atendidas por la fuerza pública. Entre la 1:00 y 2:00 de la tarde, se acercaron varias personas alrededor del lugar de votación con camisas alusivas a la coalición centro esperanza a regalar refrigerios.

En mi mesa, particularmente, empezaron a pedir de una forma suspicaz el tarjetón de esta coalición. Además, hubo intervenciones no legítimas, directas: una votante de la mesa 17 insertó el tarjetón del senado en nuestra mesa.

Entonces llamamos al delegado de la registraduría, quien afirmó que en la nivelación de la mesa sobraría un voto; se escogería al azar un voto que seria incinerado. Un voto válido, que podría ser, inclusive, nuestro propio voto. 

Hubo lugar, entonces, para la siguiente pregunta: ¿para qué votamos, si pueden incinerar nuestro voto por culpa de alguien más?

El jurado Joan Sebastián Vejarano, quien ejerció su cargo en la localidad de Suba Compartir, en la mesa 41, hace una precisión importante: “la mayoría de votantes que recibí en el puesto eran personas que no tenían la intención de votar, sino de, simplemente, recibir los beneficios que traía hacerlo”

Alison Ortiz Martinez, jurado de la mesa 15 en el colegio Manuel Cepeda Vargas, en la localidad de Kennedy, da un testimonio de la importancia del ejercer este cargo: “desde mi punto de vista, nosotros como miembros de una comunidad nacional tenemos el deber de participar, contribuir y colaborar en la vida de nuestro país para el buen funcionamiento de éste”

Resulta necesario conocer el testimonio de los jurados que cumplimos con una extensa jornada, que empezó a las 7 a.m y terminó, en la mayoría de casos a las 8 p.m, sin recibir nada a cambio; ni siquiera un vaso de agua.

La noche se tornó un cielo nocturno en los llanos orientales: llenos de estrellas y viendo claramente las constelaciones que, en este caso, eran hileras de asteriscos sobre un papel blanco. 

Ha de reconocerse, también, la participación de los otros actores inmersos en estas elecciones, ¿qué piensan los votantes acerca de esta jornada?.

Luis Francisco Baron Cuervo médico cirujano especialista en neurología que actualmente trabaja con medicina alternativa y homeopatía, resume las elecciones como: “ las elecciones demuestran el cansancio de la gente con la actual clase política y el deseo de la gente y, en especial, de la juventud por que haya un cambia real y verdadero para el beneficio del país”

Ruth Janeth Benitez Rozo abogada, en este momento empresaria del sector comercial y financiero por su parte afirma que: “fue una jornada de experiencia pero que aún le falta más organización y responsabilidad electoral”

Entiendo la pluralidad de los capitalinos que salieron con una intención clara de votación; pero, así mismo, reconozco la incipiente capacidad de la registraduría para controlar las elecciones.

Los nuevos métodos para la elección de los jurados hicieron manifiesta una serie de falencias que será imprescindible evaluar.

Modestamente, escribe un aspirante a periodista que este domingo hizo de jurado primerizo de votación. 

 Para más información de esta temática puede visualizar la
siguiente

 infografia:https://concentrika.ucentral.edu.co/conexion-central/una-ojeada-politica/

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