Por: Stefanía Bayter
La pandemia no solo trajo consigo la propagación del Covid-19. Trastornos psicológicos incrementan en una de las poblaciones más afectadas, los jóvenes.
En el primer trimestre del año cerca de 30 y 45 jóvenes en salas de urgencias pediátricas en Madrid esperan para ser atendidos en una Unidad de Hospitalización para adolescentes por problemas mentales. La situación se acrecentó a medida que la pandemia iba dejando sus secuelas.
Para prevenir el contagio por el Covid-19, se hizo necesario el aislamiento y el distanciamiento social. Por consecuencia, los colegios, instituciones y centros de entretenimiento se vieron en la obligación de cerrar sus puertas.
Estas medidas han afectado de manera especial a los niños y adolescentes, pues con ello han experimentado síntomas psicológicos como el estrés, la ansiedad, la tristeza, y en muchos casos nuevos, hábitos que involucran adicciones.
El impacto y permanencia de estas patologías en los jóvenes dependen de factores como: el contexto social y familiar, la edad, antecedentes de trastornos mentales, la situación educativa y, claramente, el covid-19 y los contagios que hayan al interior de sus familias.
La estabilidad de los jóvenes se ha perdido porque los factores que contribuyeron a su estabilidad emocional ya no están. La carencia de interacción con sus círculos sociales y educativos eliminó de una manera rápida las rutinas y costumbres a las que ya estaban acostumbrados.
Luego, los adolescentes se ven relacionados en “actividades compulsivas que los vinculan con el internet”, con relaciones sociales en muchos casos no positivas y una exposición al acoso y abuso cibernético.
De darle continuidad prolongada a estos nuevos hábitos que suprimen la interacción social y el contacto en los jóvenes se pueden desarrollar e incrementar los trastornos depresivos, tentativas de suicidio, trastornos alimentarios, violencias intrafamiliares y adicciones.
Con base en ello “The Conversation”, medio de estilo periodístico que se basa en crear análisis a partir de investigaciones, búsquedas y participación de académicos sugiere unas recomendaciones a tener en cuenta para el tiempo de ahora y el devenir.
- Desde el hogar se deben inculcar habilidades para confrontar la decepción, las dificultades de control emocional, y la resolución de conflictos. En el hogar deben surgir las primeras respuestas ante la incertidumbre del futuro.
- Los padres, madres y/o cuidadores de jóvenes deben hablar claramente con ellos la situación que mundialmente nos aqueja que es la pandemia, procurando evitar términos negativos o desesperanzadores.
- Se recomienda evitar el uso excesivo de internet, redes sociales, y consumo de noticias continuas relacionadas con la pandemia.
- Combatir las conductas de riesgo con actividades como el baile, la música, la pintura y la escritura.
- Buscar las maneras de poder conservar los vínculos sociales y/o afectivos pese la situación pandémica.
- Desde las instituciones de la escuela y la familia se debe incidir en las medidas de bioseguridad para evitar la transmisión del virus y el tratamiento de trastornos psicológicos.
- Los profesionales de la salud mental infanto-juvenil tienen la función de educar a las familias con aspectos que sean de interés para detectar síntomas psicológicos en los jóvenes, estas pedagogías deben ser consecuentes con lo informado presencial y virtualmente.
- Los profesionales en psicología clínica deben contribuir en el diseño y práctica de intervenciones conductuales que compartan en pedagogía con los padres para dar un manejo a los trastornos mentales como la hiperactividad y el déficit de atención.
Si deseas conocer más sobre las relaciones parentales del siglo XXI, te invitamos a leer los siguientes artículos:
Infografía: Relaciones parentales en el siglo XXI
Existen Muertes Simbòlicas sin necesidad de perder el cuerpo