Por: Daniela A Cortez Herrera

Eran las 5:30 de la mañana cuando la alarma de la pulsera sonó, sabía que era hora de tomarme la pasta para la tiroides, pero que aún tenía media hora más para dormir. A las 6 volvió a vibrar mi muñeca, ya era hora de levantarme para ir a cumplir con mi deber de ser jurada de votación. Supuestamente debíamos estar en los puestos a las 7 de la mañana. 

 

A esa hora iba saliendo de mi casa, pero me demoraba menos de 10 minutos en llegar y así fue. Pero ahí empezó mal la jornada, me demoré más de 1 hora haciendo fila para poder entrar y ubicarme en mi mesa, la cuál era en un sótano. Después de que me dolían las piernas y la rodilla, por fin me dejaron entrar, en ese momento sonó el pito para la apertura de las mesas. 

 

Al llegar a la mesa, 4 de mis compañeros ya tenían todo organizado y estaban cerrando las urnas, ahí me di cuenta que a los jurados los habían identificado con un sticker que, como se lo podrá imaginar, por el afán y el desorden de la Registraduría, a mí no me dieron, y sin este se dificultaba la movilidad para la entrada y salida a las mesas de votación. 


A las 8:30 los primeros sufragantes se acercaron a sus mesas de votación, en su mayoría personas que habían empezado a llegar desde las 7 de la mañana. Durante la primera hora de votaciones, en la mesa 38 –donde estaba de jurada en compañía de 5 universitarios– solo llegaron 17 personas, todas solicitando los tarjetones de Cámara, Senado y la consulta del Pacto Histórico.

En esa primera hora y debido a la baja cantidad de votantes, mi misión fue decirle a las personas en qué urna debían depositar cada voto y hacer que firmaran la planilla, -ilusamente pensamos que toda la jornada iba a ser así de suave-; y también aprovechamos para votar haciendo el proceso completo delante de la mesa como cualquier otro sufragante. 

Cerca de las 8:35 llegó a la mesa una muchacha que se veía molesta, diciendo “siempre suben los mismos hijueputas, ojalá todos votaran por el Pacto Histórico para que haya un cambio en este país” -a mi juicio, eso fue lo mejor de toda la jornada-, que se extendió más de 12 horas, en las cuales como jurados no recibimos ni una botella de agua de parte de la Registraduría. 

Todo el día sentí frío, lo cuál era normal al estar en el segundo sótano del centro comercial Portal 80, que además, todo el día estuvo custodiado por cerca de 100 policías hombres y mujeres, que estaban brindando seguridad en este puesto de votación, quienes rondaban constantemente las cerca de 50 mesas de votación ubicadas allí.

Casi a las 9 de la mañana mi hermana y mi mamá llegaron a votar y se acercaron a mi mesa a saludarme y llevarme algo de comer, las vi en sus mesas y en cuestión de un parpadeo ya se habían ido. Ahí me puse a pensar en cómo cambian los papeles entre los votantes y los jurados, para unos ejercer su derecho tarda aproximadamente 10 minutos, quizás un poco más. 

 

Mientras que para los jurados, la jornada tiende a convertirse en eterna y no se sabe si es peor cuando la mesa estaba sola, porque se torna incómodo encontrar un tema de conversación con otros 5 desconocidos, o llena de personas, ya que el manejo de la planilla se vuelve “un ocho” porque unos votan más rápido que otros y no se puede establecer un orden. 

 

Y eso fue justo lo que me pasó sobre el medio día, cuando llegó la mayor cantidad de sufragantes de la jornada y muchas veces quienes votaban aún no los había registrado en la planilla. 

 

En medio de ese boleo, transcurrió más de 1 hora viendo cómo los votantes no duraban más de 20 minutos en el proceso y muchos hablaban de irse a almorzar –y pensar que yo casi no tuve tiempo para eso–.

 

En mi pausa de almuerzo le pregunté a mis amigas cercanas cómo les había ido, ya que la mayoría no eran juradas, y como quizás le sucedió a usted siendo sufragante, el proceso fue sencillo y se demoró más en llegar que en votar. 

Cerca de las 2:30, retomé mis actividades como jurada repartiendo durante unos 20 minutos los tarjetones, luego, hasta el fin de la jornada, recibiendo las cédulas y corroborando que si fuera esa la mesa de votación de quienes llegaban. Como lo esperábamos y puede que usted se lo esté imaginando, el flujo de personas a esa hora bajó notoriamente. 

 

Finalmente, llegaron las 4:00 de la tarde, la hora de romper el material sobrante para poder contar los votos. Ese fue el momento más satisfactorio de las 13 horas de jornada, como se lo podrá imaginar, el conteo de votos fue horrible, pero a pesar de todo no fue tan demorado y terminamos a las 8:00 de la noche.

 

Eso sí, llenando de asteriscos los espacios en blanco para que supuestamente no pudieran alterarlos, pero como vivimos en Colombia y como se visibilizó en redes sociales, no hubo asterisco que valiera y muchos de esos se convirtieron en números.

 

Luego de cumplir con mi deber, me di cuenta que los resultados generaron conmoción a pesar de todo, y ahora, solo queda esperar por las votaciones presidenciales, para las que aún guardo la esperanza de no volver a ser jurada de votación, aunque sé que es muy probable. 

Para saber más sobre las moviditas pilíticas de este 2022, vaya a la siguiente infografía.

Publicado por Concéntrika Medios

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