Colombia todavía sueña con la armonía



Por Violeta López Camargo

@violelove-25

Desde sus orígenes republicanos, la historia de nuestro país es una cadena que devela que cada problemática está vinculada a distintos tipos de violencia.

Esta historia se remonta a años cubiertos por la sombra latente de violencia, cuando a los primeros habitantes les arrebataban su identidad, intimidad y deseos, vulnerando lo más íntimo de su ser y dejándoles profundas y abiertas cicatrices que aún se perciben.

Los colombianos buscamos obtener el poder y dominar, dejamos salir esa violencia concentrada de tantos años, y con esto me refiero a: la violencia de género que se sufre en todos los sitios públicos, la violencia diaria por la que atraviesan las personas en condición de discapacidad –sea cual sea, en Bogotá y en cualquier otra ciudad del país–, la violencia que se da en los núcleos familiares –física, psicológica o sexual–, la violencia de raza y género, la violencia en lo laboral –la diferencia de salarios entre hombres y mujeres–, la violencia que sufrimos con los entes estatales, la violencia al requerir del sistema de salud y no ser posible acceder a él.  

Y la lista sigue: el no poder acceder a la educación superior o de calidad, el tener que desplazarnos diariamente a nuestros lugares de trabajo o estudio con estrés, miedo y en pésimas condiciones por el atroz tráfico que tiene la ciudad y el alto nivel de inseguridad, entre muchas más. Estas violencias no son indiferentes con nadie, ya que se dan en la vida cotidiana.

La problemática de violencia en Colombia ha generado que la gente viva con miedo, siendo cómplice del conflicto armado que ha dejado víctimas reconocidas y no reconocidas, matándoles a sus familiares, desplazándolos y apropiándose de sus tierras, paralizando el desarrollo sostenible en estas regiones; debido a esto, se ha generado internacionalmente el temor por visitar nuestro país, pues la inmensa mancha de sangre desbordada por el territorio nacional ha opacado las riquezas naturales, climáticas, gastronómicas y culturales que tenemos.

El laberinto que Colombia ha recorrido ha consolidado al narcotráfico y a los narcotraficantes como actores importantes en esta guerra, llevándola a una corrupción vitalicia; hasta el momento no se ha vencido el bipartidismo político ni nos hemos puesto de acuerdo para respetarnos la vida.

Creemos en la necesidad de la reconciliación, con el deseo de que el Estado cambie sus métodos y corrija los errores; creemos en la necesidad de la sociedad de redimir a los criminales, a los cuales ella misma formó con privaciones, exclusión y complicidad, ofreciéndoles la oportunidad de ser distintos y pedimos objetividad para los ciudadanos inocentes que han pagado por acciones cometidas por otros; hacemos memoria por aquellos que resultaron muertos por pensar distinto y proclamar la verdad, por todos los colombianos exiliados porque sus ideas iban en función de una convivencia a partir de la libre expresión y pese a que todos estos líderes ya no están, esperamos que su dignidad prevalezca.

El flagelo de la violencia no se puede eliminar de la memoria a pesar del tiempo, así que nos alzamos en una sola voz para exigir justicia, sin que sea basada a la mentira, ya que esta recurre a una forma de asesinato y queremos dejar todo esto atrás sin olvidar ningún hecho doloroso. El conflicto termina cuando sus causas se corrigen, cuando los combatientes no necesitan luchar porque comprendieron que la patria es carne y hueso representado en cada colombiano, cuando la democracia adquiere su significado veraz: la búsqueda por comprender lo humano como máxima expresión y desaparición de toda opresión, cuando no tengamos que cubrirnos el rostro para protestar, cuando destruyamos la idea de que lo importante no es el ser sino el tener y olvidar, cuando comprendamos que la democracia no es la ausencia de conflictos, sino que es la mejor manera de asumirlos y resolverlos.

Confiamos en que algún día la armonía sea el eje del país, frenando la inseguridad de nuestros actos y nuestras obras, debido a las palabras corrompidas y los significados inciertos a lo largo de los años.

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