por: Tania Castro

 

Inicialmente resaltaremos un concepto muy común, la cotidianidad, esa misma que varía nuestros comportamientos, como también refleja emociones de felicidad, tristeza, amargura o insatisfacción; igualmente influye en nuestras decisiones o pensamientos.

Podríamos ejemplificar esto, cuando vamos de camino a la estación de Transmilenio, para iniciar un día más de trabajo o estudio y la primera perspectiva es el colapso que lo invade, tan así, que obstruye el paso para tomar algún articulado. 

 

Entonces, inmediatamente nuestro subconsciente determina esta situación como malestar e incomodidad, la cual será reflejada desde tomar el articulado, estar en medio de la multitud, hasta llegar al destino. Esto es lo que llamamos cotidianidad, lo que ya se vuelve rutinario y común, aburre, ocasionando indisposición en el individuo y su entorno sociocultural.

De lo anterior, también surge el individualismo como estamos acostumbrados a verlo los bogotanos, representado con frases como “déjeme entrar” o “con tal de subirme”, con tal de estar satisfechos, estamos dispuestos a hacer lo que sea y no salir de la zona de confort en la que muchos están acostumbrados. 

De ello, el anarquismo también es partidario de esta situación, lo que indica que ese descontento o insatisfacción se está convirtiendo en un caos social, entonces como no nos gusta y va en contra de lo que pienso “violemos la ley”, “no pago el pasaje”, “esto es por la oligarquía”, “lo daño porque no es mío”. 

Con todo este tipo de infracciones comunes en el transporte público, comportamientos e ideas constantes que surgen por los distintos usuarios que se movilizan diariamente, la corrupción y la desconfianza se suman a este insaciable listado de anomalías y aquí concuerdo con el economista Samuel Bowles; que ni la ‘mano dura’ del Estado, ni la ‘mano invisible’ del mercado, son capaces de corregir las fallas, hace falta recurrir al “apretón de manos”. 

 

Por lo tanto, cuando hablamos de individualismo también conocido como egoísmo, pensando por y para uno mismo; imaginemos el retrato de un señor que carga en sus brazos a su hija y dos mujeres sentadas en las sillas azules, con un evidente desinterés no reflejan mucha solidaridad; de seguro por ese patriarcado tan arraigado que tenemos, del que nos enseñaron que los hombres son más fuertes y no se cansan.

A eso que le llaman machismo, de seguro por eso no le dieron la silla, pero ¿la señora que lleva al niño cogido de la mano?, ella es mujer, al parecer con ella tampoco tienen mucha cordialidad; sin embargo, esto no es sexismo, ni una lucha de géneros, es de comprender al otro, no porque “se vea” más o menos que yo, no vale o no merece el mismo respeto, en este caso, una silla para descansar en el transcurso del recorrido, con un bebe en brazos. 

De lo anterior, coincido con la opinión de Molen Antolín, cuando se refiere a que los comportamientos egoístas, son un signo claro de inmadurez en las personas, pues una persona egoísta es alguien que no ha crecido como persona, ya que estos comportamientos son típicos de la infancia. 

 

Entonces,  por qué en un niño es normal algunas veces que sea egoísta y piense en su satisfacción? Ciertas personas pensarán que de esta etapa depende su supervivencia, pero muchas veces el niño crece y no la supera, creándose un ser egoísta e individualista de crianza. Aunque el individuo siempre va a buscar su bienestar, debe tener presente que no puede vivir solo, porque también debe vivir para el otro. 

Para finalizar, aunque Transmilenio es una apuesta para alcanzar la modernidad en el país, por un lado, están los funcionarios donde su labor es infructuosa, lo que influye en el precepto de una sociedad que pretenda ser moderna, los miembros de esta tienden a ser autocontrolados, es decir, que en estas sociedades sus individuos se autorregulan y no necesitan de personas que los vigilen o controlen. 

Y por el otro lado están los usuarios que necesitan de vigilantes como nosotros, para no colarse o hacer fila para ingresar correctamente al articulado. Al no haber vigilancia dentro de los buses, los “vivos” hacen de las suyas; agrediendo, robando, gritando, vendiendo, empujando, siendo indiferentes ante las necesidades de los demás.

En definitiva, es poca la responsabilidad que hay en el actuar, adentrándonos en el mal aprendido individualismo, que crece con mayor fuerza en el mundo moderno, relacionado con el autocontrol. Pues los individuos de estas sociedades, responsabilizan sus actos pública y privadamente asumiendo las consecuencias de estos.

Salir de la versión móvil